Dan Gilbert, psicólogo de Harvard y estrella de charlas motivacionales como TEDx, afirma que las personas pensamos en cosas que no están sucediendo casi tanto tiempo como en aquellas que tenemos ante nuestras narices, y eso puede hacernos infelices.
Otras teorías afirman que es positivo imaginarnos metas, estados y destinos, posibles o futuros, para aliviar nuestras cargas diarias de stress.
Sea como sea, el exilio veraniego es una de esas huidas mentales más habituales para todos a lo largo del año entero. Y no pocos sueñan con un paraje recurrente: su segunda residencia estival o depa de playa.
E igual que no llevas a la playa tus camisas de la oficina, ni sueles ir al trabajo en bañador, esta segunda vivienda suele tener una personalidad propia y muy diferenciada del primer hogar.
Representa tu lado rústico, salvaje, informal. Está ideada para ayudarte a olvidar el tiempo y las responsabilidades. Para proporcionarte comodidad, diversión y mucho relax.
Pero a veces, precisamente por tratarse de un lugar en el que pasas menos tiempo, o para el que dispones de menos presupuesto, cometemos algunos errores en su planificación, decoración, mantenimiento y disfrute.
Hoy vamos a repasar una serie de ideas y consejos para elevar tu casa de la playa al nivel de auténtico santuario que merece.
La madera, estrella del verano
Tenemos que reconocer que una playa sin madera no tiene la misma gracia. Su toque natural es insuperable cuando hablamos de un refugio al borde del mar, y por eso es ideal para conformar tus muebles, techos, vigas o suelos.
Otros materiales muy aconsejables, por su elegancia y resistencia, son el mármol o los componentes cerámicos, que además traerán mayor frescura a tus interiores de verano.
El mimbre y los textiles ligeros -algodón fino, lino- son los complementos perfectos para decorar con la sencillez que el mar nos inspira.
Colores: apuesta por el blanco, azul, beige y marrón
Es un combo infalible. No en vano, la típica panorámica de Santorini nos trae a las retinas esa gama tan marítima y refrescante que comienza por un blanco luminoso -capaz de reflejar los rayos solares para no acumular más calor del necesario- un azul vibrante, los colores arcillosos de la propia tierra y los pardos de la piedra y la madera.
¡No necesitamos más para ser cromáticamente felices!
No abras el museo del surf ni la casa de Moby Dick
Sientes una fascinación importante hacia el mar y sus eruditos, pescadores y navegantes.
Todo eso está muy bien. De verdad. Pero no conviertas tu residencia de verano en una exposición saturada de aparejos de pesca ni imágenes de surferos más hípster que una barba en bicicleta.
Algunos toques marítimos le darán el encanto y la personalidad que deseas. En su lugar, complementa la decoración con toques más sutiles y naturales provenientes del mar, como las ramas de madera de deriva recuperadas en la playa:
Y recuerda: ¡nada dice “hogar” como las plantas autóctonas!
Puedes dudar entre naranja y azul, entre madera o yeso. Pero la única apuesta segura que jamás te va a fallar es la naturaleza viva. Plantas y más plantas, aportarán lozanía y aire puro a tus estancias vacacionales.
Y si además optas por especies autóctonas, te asegurarás una mayor resistencia al clima y demostrarás un conocimiento y una integración totales en la zona que has escogido para escapar a menudo.